Las empresas están cada vez más comprometidas con la seguridad y su deber de cuidar a todos los empleados, especialmente en entornos potencialmente peligrosos y estresantes como las zonas de carga y descarga. Sin embargo, con la escasez endémica de personal y el aumento de la demanda de un cumplimiento más rápido y a mayor velocidad, existe un riesgo muy real de que las promesas de seguridad se vean comprometidas en aras de la eficiencia operativa.
Mientras los organismos reguladores presionan continuamente para mejorar las prácticas laborales, por ejemplo imponiendo límites al peso levantado por las personas, ¿cuánto tiempo más pueden permitirse las empresas confiar en los procesos manuales para descargar y cargar? Desde las rápidas carretillas elevadoras hasta la elevada temperatura de trabajo en el interior de los remolques y el ruido constante de las mercancías en movimiento, estos trabajos suponen un gran desafío tanto físico como mental.
Las expectativas cambiantes de los empleados también contribuyen a la falta de personal disponible para trabajos manuales duros, por lo que las empresas deben reconocer que comprometerse con una cultura que dé prioridad a la seguridad ya no consiste en cumplir la normativa mundial. Se trata de crear un entorno de trabajo que proteja eficazmente el bienestar físico y mental del personal.
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